Delirante Leviatán
jueves, 29 de agosto de 2013
Otro hundimiento
Porque llegar al fondo no es tan difícil. Sólamente hay que anular el instinto de supervivencia. Kant no quiso hacerlo en sus meditaciones metafísicas. Pero yo no soy Kant. Me llamo Leonardo Gael D'agostino, y aprendí hace rato que la salida del infierno está en el fondo.
Y el infierno, como todo lugar místico, es infinito.
Lucía, mi ex. La del camino escarlata. Puede que más tarde hable de ella, pero no es el momento.
Aquella separación marcó un quiebre en la dinámica con que venían dándose las cosas. Cuando uno mantiene la vista en la misma persona durante dos años y medio, mirar alrededor significa encontrarse con un escenario totalmente distinto al que existía al principio.
Ajeno. Como un extranjero en mi propio círculo social.
Así que volví a usar la dinamita. Corté lazos. Relaciones personales con una vida superior a los siete años. amistades, contactos, amigos de amigos, amigos de enemigos... Enemigos...
El mundo estalló en trillones de pedacitos, y ahora camino sobre la niebla. Pero estoy tratando de empezar otra vez. Reencontrarme conmigo. Saber quién soy, qué me gusta... qué creo realmente de la vida, del amor, de la muerte, del dinero, la supervivencia, el trabajo, las drogas y el sexo.
Y acá estoy. Nunca es tarde para volver a ponerse la piel de valiente. Siempre hay una oportunidad para bucear en el agua envenenada. En el silencio oscuro del espíritu.
En mi subconsciente, repleto de monstruos abisales con los que sentarme a fumar un rato o tomar un par de mates.
Vuelvo al océano, queridos míos. Al fondo, otra vez.
Este blog ha resucitado.
miércoles, 29 de agosto de 2012
Necesito este blog.
miércoles, 20 de junio de 2012
Muy joven para vivir
Como cuando uno toma asiento en el tobogán de agua, y de pronto... ¡WOOSH! Así de rápido.
De pronto. En menos de dos días me eché al fondo del nido de las águilas en una vorágine de trabajo intenso y estudio que me presionan hasta extraer la última gota de voluntad. Y aunque no parezca, ya pasaron cuatro meses de ello.
Será cuestión de adaptarme, de tomarle el ritmo, o de aceptar que ya no estoy en el CBC, que ya no rindo tan bien después de salir un miércoles a la noche y colmar mi cuerpo con alucinógenos. Que tengo el trabajo que quiero, y la pareja que me gusta.
Pero tengo veintiún años, y siento que la vida se ralentiza, al mismo tiempo que me exige marchar a un ritmo tres veces más veloz. Mi sensibilidad, alguna vez sellada con cinco candados bajo un sello de odio, furia y frialdad, aflora molesta a recordarme lo que no tengo más remedio que llamar "juventud".
Y estoy cada vez más opaco. Menos sociable. Tengo cada día menos chispa, y me comporto como un neurótico obsesivo que no puede abandonar sus antiguas ambiciones. Viviendo en el pasado, encontrándose día a día con nuevas personas bajo la piel de antiguos conocidos.
Me comparo con el enorme abanico de gente que conozco, solo para sentirme un punto más formando una raya. Y un punto pequeño, hecho con lápiz. Cualquiera tiene más experiencia que yo, vago de mierda que añora la adolescencia, las noches sin dormir, el sufrimiento poético, y aquel ajedrez insano del amor no correspondido.
Es hora de que aprenda a crecer como hombre, como profesional y como académico. También como escritor, como persona, y como sujeto social. El mes que viene probablemente saque un plazo fijo. Para fin de año quién sabe cuantas páginas web habrán sida hechas por mí, y cuantos artículos haya editado, corregido o publicado.
Pero extraño la ambición desmedida del adolescente. Aquel descreimiento de la derrota, y el ser interesante, único e irrepetible ante cualquier nuevo sujeto que se me cruzara en el camino.
Tengo veintiún años.
Me siento uno más.
Insignificante.
Olvidado.
Y así empieza.
miércoles, 12 de enero de 2011
Libido enrejada I
Jamás podría ser infiel a alguien de quien estoy enamorado sin sentir una culpa asesina pero...
Carajo. La playa me altera... La playa, el hotel, la peatonal... ¡El mar!
¡Dejen de usar esos minishort, la puta madre!
Cuando vuelva a Boedo no garantizo que mi novia salga con vida de la habitación...
Avisamos a los vecinos sensibles.
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viernes, 31 de diciembre de 2010
Eterno
Hace mucho que no componía canciones.
Eaeah.
Ah. Para la gente que venía siguiendo esto: estoy de novio. Ni tuve tiempo de mostrarles lo pirata que solía ser, pero... bienvenida sea.
Hoy quizá ya no quiera dormir
La parca desapareció
Detrás de una nube de fuegos y luces
Que enchastra un cielo multicolor
Besos en llamas que laten por sí
Y cierran cicatrices por dos
Mordidas tan dulces que me hacen sufrir
Cuando me sueltan tus dientes de león
Miro las aves
Para alcanzarte
Pero yo sé que no estás ahi
Quiero besarte
Y arrebatarte
Muchas sonrisas de tu perfil
Empeñé mi sonrisa al diván
Y ahora la pasé a buscar
Dejé mis escudos y todas mis armas
Y desnudo te corrí a abrazar
Y ahora es que temo que alguien lo note
Porque esta droga debe ser ilegal
Si siempre prohiben lo que hace feliz
Que no se entere el poder judicial
Veo en tus ojos
El brillo eterno
Del tiempo que desapareció
Juntos no muero
Y el universo
Se achica para transformarse en vos
Y hoy que subo hasta el cielo
Desde tu habitación
Le pregunto a los Dioses que encuentro
Si antes trabajaban con vos
Miro las aves
Para alcanzarte
Pero yo sé que no estás ahí
Quiero besarte
Y arrebatarte
Muchas sonrisas de tu perfil
Veo en tus ojos
El brillo eterno
Y el tiempo que desapareció
Juntos no muero
Y el universo
Se achica para transformarse en vos
Gael D'agostino
domingo, 12 de diciembre de 2010
Cristal Suicida
El cristal se suicida, y la ventana me absorbe. Respirás al lado mío, y las estrellas nos sonríen, aunque no puedo verlas porque la ciudad me las esconde.
Quien diría: tanta negrura provocada por las luces. Aunque ya no me sorprende, porque nunca vi otra cosa que el cadáver del planeta, poblado de parásitos que lo devoran en traje y corbata.
No quiero salir, pero el cerebro me ganó de mano. Tengo miedo, pero él se adentra en callejones que ya conozco, donde no quisiera ir si pudiera con sólo desearlo. Tanteo el aire roñoso. Es la negrura de las calles, que la sangre oscurece más.
Ahora doblo la esquina. La noche se me pegó a los ojos. Veo todo, y sin embargo no hay nada en lo que crea. Mis anteojos de carbón, ennegrecidos por el hollín de miles de gargantas que arden; que gritan allá afuera y piden ayuda al cielo. Pero Dios no responde. O Dios no existe. O Dios es ciego.
Hasta que escapo de la ventana a tu rostro dormido, y recuerdo que la naturaleza inventó el sueño para llevar la hermosura a su máxima expresión. Afuera gritan. Acá gritamos. Afuera sufren. Acá gemimos. Hace una hora murió otro inocente. Hace una hora transpiré mi cariño.
Te amo.
Y odio la ciudad.
Gael D'agostino