miércoles, 20 de junio de 2012

Muy joven para vivir

Los años veinte -los años locos- me están arrollando.

Como cuando uno toma asiento en el tobogán de agua, y de pronto... ¡WOOSH! Así de rápido.

De pronto. En menos de dos días me eché al fondo del nido de las águilas en una vorágine de trabajo intenso y estudio que me presionan hasta extraer la última gota de voluntad. Y aunque no parezca, ya pasaron cuatro meses de ello.

Será cuestión de adaptarme, de tomarle el ritmo, o de aceptar que ya no estoy en el CBC, que ya no rindo tan bien después de salir un miércoles a la noche y colmar mi cuerpo con alucinógenos. Que tengo el trabajo que quiero, y la pareja que me gusta.

Pero tengo veintiún años, y siento que la vida se ralentiza, al mismo tiempo que me exige marchar a un ritmo tres veces más veloz. Mi sensibilidad, alguna vez sellada con cinco candados bajo un sello de odio, furia y frialdad, aflora molesta a recordarme lo que no tengo más remedio que llamar "juventud".

Y estoy cada vez más opaco. Menos sociable. Tengo cada día menos chispa, y me comporto como un neurótico obsesivo que no puede abandonar sus antiguas ambiciones. Viviendo en el pasado, encontrándose día a día con nuevas personas bajo la piel de antiguos conocidos.

Me comparo con el enorme abanico de gente que conozco, solo para sentirme un punto más formando una raya. Y un punto pequeño, hecho con lápiz. Cualquiera tiene más experiencia que yo, vago de mierda que añora la adolescencia, las noches sin dormir, el sufrimiento poético, y aquel ajedrez insano del amor no correspondido.

Es hora de que aprenda a crecer como hombre, como profesional y como académico. También como escritor, como persona, y como sujeto social. El mes que viene probablemente saque un plazo fijo. Para fin de año quién sabe cuantas páginas web habrán sida hechas por mí, y cuantos artículos haya editado, corregido o publicado.

Pero extraño la ambición desmedida del adolescente. Aquel descreimiento de la derrota, y el ser interesante, único e irrepetible ante cualquier nuevo sujeto que se me cruzara en el camino.

Tengo veintiún años.

Me siento uno más.

Insignificante.

Olvidado.

Y así empieza.

Leonardo D'agostino

1 comentario:

Ðąи dijo...

Nunca nos avisan que la bajada del reventón adolescente pega tan fuerte.
Avisemosle a nuestra decendencia, no seamos chotos.