viernes, 31 de diciembre de 2010

Eterno

Hace mucho que no componía canciones.

Eaeah.

Ah. Para la gente que venía siguiendo esto: estoy de novio. Ni tuve tiempo de mostrarles lo pirata que solía ser, pero... bienvenida sea.


Hoy quizá ya no quiera dormir

La parca desapareció

Detrás de una nube de fuegos y luces

Que enchastra un cielo multicolor

Besos en llamas que laten por sí

Y cierran cicatrices por dos

Mordidas tan dulces que me hacen sufrir

Cuando me sueltan tus dientes de león

Miro las aves

Para alcanzarte

Pero yo sé que no estás ahi

Quiero besarte

Y arrebatarte

Muchas sonrisas de tu perfil

Empeñé mi sonrisa al diván

Y ahora la pasé a buscar

Dejé mis escudos y todas mis armas

Y desnudo te corrí a abrazar

Y ahora es que temo que alguien lo note

Porque esta droga debe ser ilegal

Si siempre prohiben lo que hace feliz

Que no se entere el poder judicial

Veo en tus ojos

El brillo eterno

Del tiempo que desapareció

Juntos no muero

Y el universo

Se achica para transformarse en vos

Y hoy que subo hasta el cielo

Desde tu habitación

Le pregunto a los Dioses que encuentro

Si antes trabajaban con vos

Miro las aves

Para alcanzarte

Pero yo sé que no estás ahí

Quiero besarte

Y arrebatarte

Muchas sonrisas de tu perfil

Veo en tus ojos

El brillo eterno

Y el tiempo que desapareció

Juntos no muero

Y el universo

Se achica para transformarse en vos


Gael D'agostino

domingo, 12 de diciembre de 2010

Cristal Suicida

El cristal se suicida, y la ventana me absorbe. Respirás al lado mío, y las estrellas nos sonríen, aunque no puedo verlas porque la ciudad me las esconde.

Quien diría: tanta negrura provocada por las luces. Aunque ya no me sorprende, porque nunca vi otra cosa que el cadáver del planeta, poblado de parásitos que lo devoran en traje y corbata.

No quiero salir, pero el cerebro me ganó de mano. Tengo miedo, pero él se adentra en callejones que ya conozco, donde no quisiera ir si pudiera con sólo desearlo. Tanteo el aire roñoso. Es la negrura de las calles, que la sangre oscurece más.

Ahora doblo la esquina. La noche se me pegó a los ojos. Veo todo, y sin embargo no hay nada en lo que crea. Mis anteojos de carbón, ennegrecidos por el hollín de miles de gargantas que arden; que gritan allá afuera y piden ayuda al cielo. Pero Dios no responde. O Dios no existe. O Dios es ciego.

Hasta que escapo de la ventana a tu rostro dormido, y recuerdo que la naturaleza inventó el sueño para llevar la hermosura a su máxima expresión. Afuera gritan. Acá gritamos. Afuera sufren. Acá gemimos. Hace una hora murió otro inocente. Hace una hora transpiré mi cariño.

Te amo.

Y odio la ciudad.


Gael D'agostino