sábado, 6 de noviembre de 2010

Va de nuevo

Mi nombre es Leonardo Gael D'Agostino; aunque prefiero que me digan "Gael", ya que "Leonardo D'agostino" es demasiado italiano, así como "Guadalupe de la Cruz" es el nombre más mexicano que pueda haber sobre la faz de la tierra.

Nací una noche lluviosa de Abril en Boedo, un barrio de Buenos Aires. Desde ése momento ya me quejaba. Movía la cabeza y puteaba en el idioma de los infantes, que debe ser el más puro e independiente que existe.

Siempre tuve debilidad por las mujeres; y cuando digo "debilidad" no hago muchas metáforas. Han sido el karma y la obsesión de mi vida. No tanto por lo que me guste hacer con ellas (y no hablo de jugar al ajedrez); sino por lo que puedan hacer conmigo. Si bien no tengo problemas con las mujeres que no me interesan demasiado, una señorita que me guste lo suficiente puede desarmarme por completo con sólo hacer acto de presencia.

Adoro la música, pero nunca tuve la constancia para aprender. Soy bueno para las letras, y mis textos suelen recibir buenas críticas, hasta que caen en manos de algún estudiante de literatura que, al parecer, son todos borges. Lo cual explica que no tengamos una oleada de escritores sublimes atestando las librerías. Como todos son gloria en las letras, la competencia es feroz. Por eso a nadie se le ocurre publicar sus memorias, ni escribir novelas cliché sobre mujeres abandonadas.

Ah. Si. También adoro la ironía...

Disculpen, pero necesitaba retomar este blog para uso personal. Es más o menos como la marihuana. Nadie hace mucho problema con que te fumes un porro frente a él o ella, pero a la mayoría no le cae bien. Lo mismo pasa con las experiencias personales. Nadie dice "¿para qué carajo me contás que de chiquito no te daban la teta? ¿Tengo una pipa y una libreta, acaso?"; pero la mayoría lo piensa. Y si. Me daban la teta de chico. Pero para que entienda todo el mundo hay que usar clichés universales.

Por ahora me despido. Volveré. Espero. Supongo. Ponele. Quizá.

Buenas tardes

Gael D'agostino

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